Un gol. Sólo pedíamos un simple gol. Nada más. Y nada; nada de nada. Triste, muy triste. Triste porque el Manchester no fue ni el de las peores ocasiones. Triste porque todas las ilusiones depositadas se han ido volando. Una pena porque el partido lo ha decidido un golazo precedido de una cagada garrafal de Zambrotta. Es hora de buscar culpables. Por ejemplo, a ese que se le llena la boca hablando de que si la temporada que viene no gana títulos se marcha y que cuando llega la cita más importante del año desaparece. Si Eto’o, la semana pasada o esta noche, hubiese enchufado una, ¡sólo una!, quizá el barcelonismo miraría hoy el calendario y los aviones rumbo a Moscú. Los culpables son todos: desde Rijkaard por jugarse la temporada a una carta, hasta los futbolistas por mostrar su inoperancia. Tras lo del año pasado y lo de este, a Laporta y compañía no les queda otra que tomar medidas. Hay que hacer algo. El fracaso de esta temporada debe ser un punto de inflexión. Hemos repetido los mismos errores y es momento de subsanarlos. El Barça dice adiós a la Champions League, pero sobre todo debe decir adiós a un ciclo plagado de los mismos éxitos que fracasos. Lo peor, claro, es que estos últimos no parecen o quieren cesar.
De Moscú, por cierto, saldrá un campeón inglés. No cabe duda que el británico le da, a día de hoy (y evidentemente que no por lo sucedido esta noche), mil patadas a nuestro fútbol.