Cuatro años después. Por cultivar la mejor de la ilusión tras verla casi extinguida por culpa de la enésima instantánea plasmada en el álbum de los fracasos. Por cazar los fantasmas del pasado. Por lamernos las heridas y no dejar cicatriz. Por pasar página y escribir en la hoja en blanco la mejor de las historias. Por cambiar el sentido de un espiral en contra. Por olvidarnos de nuestros problemas. Aunque sólo fuera un ratito, el que va del minuto uno al noventa.
Por volver a enamorar a los más desenamorados. Y encantar a los más desencantados. Por ser el ejemplo a seguir. Por convertir las sencillez en rotundidad. Y la rotundidad en arte. Por engancharnos al televisor de forma indiscutible. Por unir lazos y deshacer penas. Por escribir las mejores crónicas. Por vencer y convencer. Por regalarnos una Eurocopa inesperada. Y alimentar nuestro deseo: comer la fruta del árbol prohibido.
Hoy nos toca. Hoy queremos nuestro primer Mundial. Lo que tanto se nos ha negado, lo que tan en el horizonte parecía estar hace poco menos de un lustro. Las cosas han cambiado y lo que muchos han soñador dormidos, pueden vivirlo despiertos. Sea como sea, que la felicidad, aunque sea efímera, siga tiñendo de rojo nuestros corazones. Noventa minutos. Que comience la cuenta atrás, que tenemos hambre de victoria.